El inicio de todo camino profundo no es una certeza. Es una incomodidad.

Algo empieza a moverse cuando las respuestas que antes calmaban ya no lo hacen.
Cuando el aplauso deja de significar logro.
Cuando el ruido externo no silencia la pregunta interna.

Eso que antes te bastaba —la rutina, el éxito, incluso el consuelo espiritual— ahora se siente hueco.
No es que hayas perdido algo.
Es que has cambiado.

Ese vacío no es un error: es un umbral.
No te define, pero te está llamando.

Estás en transición. No estás roto.
Y si ya no te basta lo de antes… es porque estás listo para algo más profundo.